San Petersburgo es la más europea de las ciudades rusas, la antigua capital de los zares y las noches blancas.
No te lo puedes perder
El Hermitage, la Fortaleza de Pedro y Pablo, los puentes sobre el río Neva y los canales, la Iglesia del Salvador sobre la sangre derramada. En las afueras, a menos de una hora de viaje, se alza Peterhof, el palacio de verano de los zares, una visita obligada.
Las oficinas de información turística repartidas por la ciudad son buenos sitios para interesarse por las excursiones. Los elegantes almacenes Gostinii Dvor, en la avenida Nevski, son el lugar definitivo para comprar recuerdos que llevar a casa. El café Singer, en la misma avenida, es un puesto de observación magnífico para disfrutar del ir y venir de la gente, mientras se disfruta de té y pastas o una copa de vino. Una visita al teatro Mariinski para ver ópera o ballet sería la guinda perfecta.
Tratándose de una de las más hermosas ciudades europeas, San Petersburgo merece una estancia de tres días.